sábado, 21 de agosto de 2010

Entre ir y venir

Voy caminando por un pasillo grisáceo por el color de la lluvia que repiquetea afuera. Las plantas tienen ese verde mate contundente de las zonas donde llueve con frecuencia. Me apena haber peleado con mami antes de venirme para acá, sabrá Dios cuando la podré llamar ahora. Alcanzo las escaleras y consulto el papel de nuevo, era el cuarto 2612, en el segundo piso, reflexiono. Cuando llego al portón hay un grupo de chicas parloteando animadamente y una se me acerca. De repente noto que hay algún tipo de uniforme entre ellas. Así es cómo hemos dividido las semanas, el color del semestre va a ser amarillo. Me alargó una tarjetita del tamaño de una identificación que tenía las cinco semanas de mi estadía dividida en cinco combinaciones de blusas amarillas. Por un momento me sentí mareada por la sobrecarga de información. Yo no tengo suficientes camisetas de ese color, ni siquiera estoy segura de haber traído mi blusa amarilla. Le agradezco algo desconcertada y me dirijo directamente a un saloncito detrás de las escaleras, había una reunión. ¿Tu nombre? Se dirigió directamente el hombre cuando me vio entrar. Mier de Cilla, Fabala Mier de Cilla. Te toca coger taller laboratorio de Ulises. ¿Qué? ¿Pero porqué? Me quejé sin inhibiciones. Ya tienes inglés, español, ciencias, tenés que tomar alguno… Al momento él se fue y me quedé parloteando con los demás chicos que estaban allí. Esto es injusto, me aventuré. Eso no es nada, espera que te toque el de Sansón, ése sí es aburrido. Y rieron, después de todo no era difícil estar con ellos. Me levanté y me fui, tenía que subir a mi cuarto antes de ir a ver el dormitorio de Enrriqueta. Ella estaba en otro edificio. Esta idea loca de hacer un intercambio internacional me estaba agradando después de todo. Abrí la puerta y quedé boquiabierta. La habitación ante mis ojos parecía la suite de un hotel, era inmensa, con unas cortinas blanco-perla, un sofá crema-rosado a un costado y un par de puertas, asumo que mi cuarto y el baño, cavilé. A un lado de la sala estaban mis dos maletas junto con mi caja de libros y mi cartera. Me dediqué a curiosear un rato.

La vorágine del tiempo hizo su malabar y entre los laboratorios extraños y las reuniones de política que no pude resistir se estaba acabando nuestra estadía.

Amaneció lloviendo aquel día, estaba más gris de lo habitual. Bajé en las pijamas hasta el balcón del edificio a ver la lluvia caer. Desde el desnivel que había tres edificios más lejos un grupo de chicas se tiraban de pecho y resbalaban. Reí ante la ocurrencia, lo intentaría más tarde, probablemente no tuviera clases. Mientras me volteaba, una voz me detuvo en seco, Zinum, visita. Me acerqué a la baranda de nuevo y vi abajo a Rubén. ¡Bonita! Alcanzó a gritar. ¡¿Qué rayos tú haces aquí?! Le pregunté en el segundo que me tomó bajar las escaleras y lanzarme a su cuello para atarlo en un abrazo. Visitando, contestó con naturalidad. Claro, al otro lado del continente…Y reímos, ahora, dime en serio, ¿cómo es que estás aquí? Estoy haciendo unos estudios y trabajando, pero apenas estoy una semana, así que cuando tu mamá me dijo que estabas por aquí decidí venir a saludarte. ¿Mami te dijo que yo estaba aquí? La confusión crecía en mi pecho. Sí, me la encontré en el aeropuerto. ¡¿Mami en el aeropuerto?! Casi grité. Sí, me dijo que venía a verte. ¡Atrevido! Le reproché, ¡y aún así te atreves a venir aquí, sabiendo que ella se puede aparecer en cualquier momento! Ay por favor, que se entere que nosotros hablamos, ¿cuál es el problema? ¡Pues que no me da la gana! ¡Vete! Y en el momento justo avisté a mi madre al fondo del pasillo lateral. Yo me voy pero voy a volver, tú tienes deseo de comer pescado y yo te voy a llevar… ¿Ah? Lo miré incrédula, ¿cómo él sabía aquello? Volveré. Sentenció y trató de besarme pero le asesté un golpe en la espalda con un libro que no recordaba traer en la mano. El se fue sonriente y dijo su frase. Nada que tú no quieras amor... Sabía con certeza que iba a regresar, él nunca se rinde. Mi mamá llegó hasta donde mí, me abrazó con fuerza, subió, criticó el desorden de mi cuarto, se instaló, aunque dijo que no por mucho tiempo y me mostró las fotos de las torres de bloques ya terminadas, las habíamos empezado juntas antes de yo salir en el viaje. Reímos mientras le contaba de mis clases, mis nuevas amistades y le invité a una obra de teatro que iba a haber esa noche. Ella me pidió acostarse a descansar un poco y le ofrecí mi cama mientras me escapaba hasta Enrriqueta. Casi corrí, toqué dos veces y abrí la puerta, solo para toparme con Damián. Se me enfrió la espalda mientras lo saludaba lo más fría que pude. Imbécil. Enrriqueta salió del baño y me sonrió sosa, dándose cuenta del cuadro. Damián había sido mi novio exactamente un año atrás y hacía unas semanas, se habían conocido, no sé si ignorando sus historias particulares y ahora andaban juntos. Claro, ella no sabía tampoco de las acampadas nocturnas recientes de él en mi habitación… Incómodo, él se levantó, la besó en los labios y se marchó. ¡Mami está aquí! Exclamé cuando él hubo cerrado la puerta. La mía también, me contestó ella en su tono neutral que tanto detestaba. ¿Teatro hoy a las 3:00? Aventuré tratando de salvar la conversación. Claro, ¿Humberto te llamó? No. Bueno, nos necesita para cubrir a dos chicas que se han escapado. Perfecto, ¿a las doce entonces? Si. Bien, te veo allá entonces.

Pero el teatro fue una pesadilla aparte…

[Continuará…]