viernes, 9 de julio de 2010

Confusión teatral

Me aliso el delantal sobre las piernas. Aprieto el nudo que lo ata a mi espalda y respiro. Respiro despacio porque ya sé qué es lo que va a pasar, es solo un día más de trabajo. Salgo de la cocina y me acomodo detrás del mostrador. Van pasando personas de quienes no veía sus caras, rostros iguales, diferentes pero ninguno particular. Sonrío, soy amable si son amables, bromeo con Ramón entre ir y venir y me río de las cosas que nos pasan. Hasta que llega Damián. Su presencia me presiona. Entra hasta la cocina, se coloca el delantal y me sonríe. No es él. Es que él me gusta. Bueno, es su personalidad…no lo sé, me siento incómoda en su compañía. Sonrío por que la cortesía me lo exige pero la verdad es que no lo conozco, no hay nada que me haga sentir tan cómoda con él como con Ramón. Entran más personas y lo mismo. De pronto el cielo se va volviendo más oscuro. Busco las nubes con la mirada y apenas las encuentro. No hay cielo aquí. Un techo negro y unas cortinas que se extienden de lado a lado justo sobre nuestras cabezas. Miro al frente y de pronto no están los cristales que leen Café y hay cientos de pares de ojos observando con detenimiento mi expresión de desconcierto. Ramón me llama con unas palabras que me parecía haber escuchado antes muchas veces, ensayadas, que conocía de memoria pero al mismo tiempo lejanas, frías. Es que aquel era un día normal, pero era repetitivo, todo había sido exactamente igual a ayer pero eran otros días, era como estar en automático y repeat, no había nada nuevo. Y al tiempo que me daba cuenta, todos observaban como si conocieran también lo que iba a pasar después y esperaran a que comenzara a terminar aquella escena absurda que sabía ya pero no comprendía. Entonces Damián, o porque le correspondía o al leer la incertidumbre en mi rostro se me acercó y me dijo algo que me sacó del trance. Caminé detrás del mostrador y seguí con lo que estaba haciendo ignorando a los demás. En un momento en el que no sabía que más pasaba en aquella obra extraña que era mi día de trabajo, Damián comienza a hablarme y se me acerca tanto que puedo sentir su aliento en mi cara. Y de repente siento deseos de besarlo. Y pasa Ramón con los carteles que va a pegar junto a la puerta de cristal y la escena queda invisible para el público pero es más que evidente que suponen el beso magistral pero Damián me mira y me dice: Ellos no saben que no está pasando. Y se queda serio mientras me toma por la cintura en el momento en que Ramón se movía. Pero yo sí quería besarlo. ¡Yo quería que me besara! Y el público estúpido se levantaba y aplaudían y algunos hasta lloraban pero aquellas caras ajenas, ¿Por qué? ¿Qué les gusta tanto de mi vida? Esto es mi diario ¿qué aplauden? Y comienzo a desesperarme cuando Damián se va. Trato de seguirlo y no lo logro, después de unos minutos lo alcanzo y le cuestiono ¿pero qué fue aquello? Y él me mira y me dice: Parte de mi papel. ¿Pero qué papel? Es que no lo comprendo… Y Ramón me llama porque faltan cosas por terminar y ya casi es hora de cerrar, porque esto no es una obra, es mi sábado en la cafetería y no un papel pero ellos no lo entienden y Damián piensa que estoy mal porque para él es un papel pero para mí no…Y miro el público, a Damián, a Ramón que me espera, la cafetería que es un teatro y mi trabajo y me bloqueo. Me fallan las piernas y se me cierran los ojos.
Despierto de un salto y veo que voy tarde. Solo espero que Ramón no note que apenas dormí; pienso. Me visto y me aliso el delantal sobre las piernas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario