lunes, 12 de julio de 2010

Deslumbrante realidad

Me miré en el espejo un par de veces más. Wao... Amalia sí que tiene buen gusto. Aquel traje con todo y el largo que me parecía absurdo a mitad de pierna y lo excesivamente vaporoso a la altura de las caderas hasta me favorecía. Me miré de nuevo, ya avergonzada de hurgar tanto en mi reflejo y le di los últimos detalles a mi maquilaje. Eso lo había podido hacer yo misma y me parecía estupendo. Aunque mi pelo estaba algo alborotado en mi cabeza, el largo permitía que luciera hasta bien. Si, ese es el beneficio de los pelos largos, cavilaba mientras me observaba nuevamente. En eso, pienso en Paola, que está justo detrás de la mampara y la levanto y me detengo cuando la veo. Era exactamente el mismo traje solo que en un tono azul cielo. Era que nos veíamos tan bien que era sorprendente. Esto me estresa. Le dije con honestidad señalando el único capricho con el que no podía lidiar de la novia: aquellas tenis converse rosas me desesperaban. Pues lo que es a mí, me encantan. Confesó Paola. Claro, tú con tal de no ponerte tacones, accedes a cualquier cosa, aunque se vea fatal...le recriminé. No se ven fatales, tienen estilo... Y la miré de nuevo y miré nuestros reflejos en el espejo de ella y quise llorar. Bueno, es que estaba emocionada, no era mi primera vez, pero en esta ocasión, era la hermana de Rodrigo, ¡la peque Amalia la que se nos casaba! ¿Tu ves? ¡Es terrible! exclamó Paola. Y de inmediato me llevé las manos al cabello, sí, era terrible pero es que no sabía por dónde empezar... Se nos casa Amalia que es dos generaciones menos y nosotras seguimos aquí...lloriqueó Paola con lágrimas secas para evitar que el maquillaje perfecto por mano de Lucy se corriera. Reí. Ay Paola, tú no cambias...vente, vamos a comprarte un mantecado para que se te pase eso durante la ceremonia... Pero, ¿ya tú estás lista? Me preguntó preocupada de repente. Sí, bueno, me falta el pelo pero es que no sé qué voy a hacerme, está tan largo que no sé...por eso yo me lo corto, porque no sé manejarlo...le expliqué. Déjatelo así, te queda bien, ponte una cintita así...y me explicó ella con la simpleza de su personalidad. Reí otra vez más. Acomodamos aquel mundo de chifón y crepé dentro del carro como pudimos, tratando de no arruinar las piedritas que lo complementaban y arrancamos a toda velocidad hacia la estación de gasolina a unas pocas cuadras. Nos bajamos con nuestros atuendos de gala ante la mirada extrañada del dependiente que nos sonrió con curiosidad, pagamos y salimos ajoradas bajo unas lloviznas pertinaces que atentaban contra nuestra perfección premeditada. Conduje hasta la boutique de nuevo y aparcamos pero no nos pudimos bajar por el aguacero. Nos acabamos el mantecado mientras hacía malabares para acomodar mi pelo y que se viera bien, aunque fuera para las fotos, mira que yo a Amalia la quería un montón y ni yo misma me iba a perdonar aparecer despeinada en las fotos de un día tan especial. Lo peor de todo es encontrarnos con los amigos ya casados de Rodigo, insistía Paola. Pero que complejo. Y entre el reflejo incompleto del retrovisor y mi cara deslumbrante, cerré los ojos para tranquilizarme y crucé el puente a este lado donde Amalia apenas está conociendo a su primer amor...

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