miércoles, 28 de julio de 2010

Lluvia enredada

Cerré de un portazo. Me tumbé en el sillón del pasajero mientras que Enrriqueta conducía. Aquella escena me era tan familiar que me sentí aburrida. Miré por el cristal delantero la lluvia que lo empañaba y me sentí decepcionada de nuevo. ¿Es que este clima no pensaba mejorar? Era cada vez peor y peor. Miré a Enrriqueta que me miraba y reímos. ¿Qué? Le pregunté riendo. Arrancamos de una buena vez y fuimos un trecho no muy largo, no estábamos lejos de mi casa. Aunque la verdad el tono gris del día no permitía que una apreciara el paisaje. Que fastidio, en verdad. Doblando la esquina en la plaza, vimos a María con Carlos, tomados de la mano. ¡Mira, mira! Exclamé jubilosa. Enrriqueta miró y con cara de pocos amigos dijo: Volvieron… Reí cínicamente, ellos tenían historia… ¡Qué bueno! No pude evitar decirlo… Por lo menos ella es mejor partido que el engendro anterior, y miré a la piloto y le levanté las cejas. Ella abrió los ojos de esa manera en que lo hace siempre. Unos pasos más atrás iba Vera con un trajecito amarillo. Qué raro, Vera en traje, aunque la ocasión lo amerita, cavilé. En lo que nos distrajimos dándole paso a un transeúnte, Vera se acercó a María mientras Carlos hablaba por teléfono y le plantó soberano beso en los labios. ¡Y nosotras allí viendo todo desde el asiento del carro por el cristal empañado del frente! Y como pasó, terminó, Vera siguió caminando y Carlos ni por enterado se dio. Reaccionamos cuando nos tocaron la bocina desde el carro de atrás y arrancamos despacio por la impresión. Estallé en lágrimas pero de estrés. Paola estacionó el carro en un espacio más adelante y yo desesperada. ¡Ay Dios mío! ¡Pero es que son tantas! ¡Vera! ¡Vera! ¡Vera! ¡Vera y María! ¡Ay santísimo Jesucristo! Y no podía tranquilizarme. Paola me miró sorprendida también y no dijo nada. Cuando me calmé, comentó, La verdad es que es como una proliferación de parejas homosexuales… y se quedó pensativa. Hablando de locuras, ¿sabías que Natalia va a tener un bebé? Y perdí el habla por segunda vez en menos de una hora. Aquello era impresionante. Y Paola arrancó y nos quedamos en silencio, la impresión era demasiada para decir algo. Hay que buscar la ropa para ir a vestirnos. Comenté. Sí, Amalia nos espera ya pronto para arreglarnos. ¡Qué estrés! Dijo Paola. Imagínate para ella, hoy es su día…

Y me recosté para relajarme y logré cruzar hasta acá, aunque la verdad, aquí está lloviendo igual o más…

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